[9]
Por la tarde mi madre me acompañó al pequeño parque que había al lado del
hospital. Me explicó que el sonambulismo que tenía de pequeña me afectó de
nuevo y al salir de casa por la noche tuve la mala suerte de que le fallaran
los frenos del coche al chico que conducía.
Todavía estaba confundida y sin entender muy bien por qué justo en ese
momento estaba volviendo esa parte de mi vida. Sin pensar más en ese tema,
empecé a preguntarle a mi madre sobre la universidad. Tenía que hacer los
exámenes finales y me sentía inútil, ya que sabía que eso conllevaba una beca
no concedida y un verano estudiando. Ella logró tranquilizarme y me acompañó
hasta mi habitación de nuevo.
Estaba tumbada en esa cama tan incómoda e intentando encender la tele,
cuando de repente me acordé de Robert. No sabía que estaba en el hospital y el
miedo a que pensara otra vez que me había olvidado de él me invadió.
- ¿Mamá, cuánto tiempo llevo aquí? – pregunté muy
preocupada -
- Poco más de una semana. ¿Pero por qué me lo preguntas?
- Por nada. Simplemente me siento un poco perdida y
necesito saberlo.
– contesté intentando ocultar mis sentimientos –
Sentía mi cuerpo cada vez más débil y sabía que me quedaría dormida pasados
unos minutos.
De nuevo noté esa sensación de incertidumbre al despertarme, pero no vi a
nadie cerca. Giré mi cabeza con gran dificultad hacia la derecha para buscar el
teléfono y me di cuenta de que una persona estaba durmiendo en el sillón que había al lado de mi cama. Sabía que era alguien joven pero no
podía ver su cara. Sin embargo, me quedé mirando hacia ese lado hasta que mi
corazón empezó a latir cada vez con más fuerza. ¡Era Robert! No, no podía ser
verdad. Él estaba a miles de kilómetros y, además, no podía haberse enterado de
mi accidente.
Me quedé en blanco durante unos segundos, hasta que vi a esa persona
levantarse y acercarse a mi cama. Mi corazón me decía que era él, pero mi
cabeza lo negaba. Nuestras miradas estaban cada vez más y más cerca, hasta el
momento de la conexión. ¡Sí, era Robert! Su suave cara, sus ojos marrones y sus
labios perfectamente definidos me cautivaron. Estaba viviendo el momento que
tanto había esperado.
Se acercó lentamente y me dijo:
- Hola, dormilona. ¿Cómo te encuentras?
- Un poco mareada, pero bien. – contesté ansiosa –
- Se te veía tan tranquila durmiendo que no quería
despertarte.
- ¿Pero qué haces tú aquí? ¿Cómo sabes lo del accidente?
– pregunté –
- Me avisó una amiga tuya. Por lo visto sabía toda
nuestra historia y en cuanto se enteró que el accidente fue grave no dudó en
decírmelo. Y aquí me tienes pequeña. No pienso abandonarte nunca. – me dijo
mirándome fijamente –
- No digas eso sólo por cumplir. Los dos sabemos que no
es verdad. Cuando me recupere te irás y volveremos a estar lejos.
- Lo digo totalmente en serio. He hablado ya con mis
padres y van a intentar pagarme los estudios aquí. Tendré que aprender el
idioma, pero tengo todo un verano por delante y a la mejor profesora del mundo
a mi lado.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Me sentía la persona más afortunada del
universo, pero no sabía si creérmelo. Podría ser un sueño del cual me
despertaría rápidamente, o alucinaciones provocadas por la medicación.
Robert se acercó lentamente y acarició mi mano con suavidad. Sentí algo
parecido al estallido de mil fuegos artificiales justo en el sitio donde me
rozó. Mi corazón latía con mucha intensidad y notaba como mis pupilas se
dilataban. Nuestros labios estaban cada vez más cerca y nuestras miradas se
buscaban, deseando encontrarse. ¡Tres, dos, uno, explosión! Era el primer beso
que me daba y sin duda lo recordaría mucho tiempo después. Millones de
sensaciones se juntaron en ese momento y deseaba que fuese eterno. Él se tumbó
en la cama conmigo y yo me quedé dormida en sus brazos mientras me acariciaba
el pelo. Me sentía a salvo, como si nada malo me pudiera pasar a su lado.
Continuará
[...]